«Humildes, pescadores y trabajadores». Con la voz entrecortada y alguna que otra lágrima, Diego, el mayor de los ocho hermanos, resume en tres palabras a su familia: los Dieguichi. Y no le falta razón. Es la verdad que se ha tejido durante más de cuatro décadas entre redes, escamas y muchos madrugones. En Sabinillas, su pescadería no es solo la más antigua de la zona, sino que es todo un logro de resistencia, de herencia y comunidad. Este domingo, el Ayuntamiento de Manilva les rendirá homenaje en la gala de los Premios Manilva 2025, reconociendo con el galardón ‘Manilva Distinguida’ una vida entera de una absoluta entrega.
«Nos lo dan por eso, por el esfuerzo, por la humildad», dice Jose, otro de los hermanos, con la sencillez de quien nunca ha buscado aplausos, pero agradece el cariño. El premio, dicen, es un orgullo, pero también un abrazo del pueblo que los ha visto crecer, trabajar y sostenerse en tiempos difíciles.
La historia de los Dieguichi no empezó en una tienda, sino en los campos, cuando el abuelo recorría caminos con pescado fresco en la alforja. Luego vino el padre, que pedaleaba con una bicicleta y repartía el pescado. Y después, abrió la pescadería que terminaría siendo de sus hijos. «Todo empezó con ellos», recuerda Diego, «y aquí seguimos, intentando sobrevivir».
Pero no es fácil. Las restricciones aumentan, el pescado escasea y los precios suben. Aun así, no se rinden. «Aquí seguimos», repite Diego, con algo de nostalgia en su mirada pero con mucho orgullo.
En la calle Fuengirola, su pescadería ha sido durante años la único abierta. Han servido a generaciones, han visto partir a muchos vecinos mayores, y han estado siempre dispuestos a ayudar, sin preguntar, sin esperar nada a cambio. «A todo el mundo que lo necesite», dice Diego, con esa forma de hablar que no necesita muchos adornos.
Hoy, entre emoción y recuerdos, los Dieguichi se sienten valorados por su gente. Agradecen cada felicitación, cada palabra de cariño. Y lo dicen alto, como se dice lo que se siente de verdad: «Os queremos, vecinos». Y es que en Manilva, el mar no solo trae pescado. También trae historias como la de los Dieguichi.