Su descubrimiento se remonta a los años 60. En concreto al año 1969. Por entonces llegó a los oídos del investigador Manuel Giménez Gómez la existencia de una curiosa cueva en Benalmádena, la “cueva del toro”, un lugar conocido popularmente por los vecinos pero nunca explorado.
Fue en una segunda exploración cuando llegó hasta ese punto más profundo y descubrió un hallazgo que, sin saberlo, sería fundamental para los estudios sobre el arte prehistórico tal y como lo conocemos. Descubrió en la superficie de sus paredes unos vestigios de pintura roja, entre los cuales algunos parecían representar una figura animal, una visión muy esquemática de un toro. Manuel Giménez, acompañado por el compañero Javier Fortea, tomaron en posteriores visitas calcos y fotografías de las pinturas y dieron cuenta del descubrimiento a la Delegación Provincial de Bellas Artes de Málaga.