N
osotras estamos cuidando.
Creo que casi siempre, que casi todas, lo hacemos.
Las mujeres que sacan adelante a este país y que nos cuidan a todas y a todos en cualquier circunstancia a pesar de los riesgos económicos, personales, laborales y sociales, España y el mundo, a veces, las olvida.
Hace falta legislar y pensar, siempre, bajo una perspectiva feminista.
Aún recuerdo a esas mujeres con sus ciclos menstruales alterados debido a que los estudios científicos sobre la aplicación de la vacuna del Covid las olvidó; o la violencia obstétrica, aquella que se ejerce sobre la mujer, porque incluso durante el embarazo, el parto y el posparto, se nos olvida y se nos discrimina.
El feminismo es el movimiento social más importante, transformador y revolucionario del mundo y de este país. Mejora la vida de quienes lo luchan, lo reconocen y lo ejercen, pero también la vida de quienes lo rechazan, denostan y demonizan. Cuando el feminismo consigue que se aumenten las horas dedicadas a la conciliación familiar, beneficia a las mujeres y beneficia a los hombres; beneficia a los niños y beneficia a las niñas; beneficia a las personas mayores, a las personas dependientes; beneficia a los de arriba y a las de abajo; beneficia a las mascotas; beneficia a una familia conservadora y beneficia a un núcleo familiar progresista; beneficia a las feministas, pero es una medida estructural que también beneficia a los machistas.
Frente a ese porcentaje del 44% de hombres que, según las últimas encuestas, se ven atacados por el feminismo, otros estudios revelan que el 96% cree que la igualdad construye una sociedad más justa.
Más allá de datos e interpretaciones, esta feminista que ves en frente, querido lector, no es una enemiga, es en realidad, tu aliada columnista.
Porque ser feminista no es una etiqueta en un carnet, ni un instrumento de autopromoción individual o de ascenso personal; no es un arma de confrontación: es un compromiso y una responsabilidad colectiva. El movimiento feminista y su sinergia se manifiesta en las calles, se legisla en las instituciones, se ejerce en todos los ámbitos y en cualquier decisión que tomamos cada día.
El feminismo es el bálsamo más poderoso para hacer frente al reaccionismo, y es el vencedor innegable ante la amenaza del negacionismo, aunque éste, a veces, nos asesine.
En el comienzo de la presente legislatura sumar está planteando y legislando medidas políticas y sociales tan avanzadas y trascendentales como la subida del salario mínimo interprofesional, el aumento del subsidio por desempleo o la reducción a treinta y siete horas de la jornada laboral. ¿Son estas medidas, además de económicas y laborales, feministas?… Sí, lo son. Son medidas feministas porque favorecen la igualdad, reducen la brecha de género y facilitan la conciliación familiar.
Las mujeres sufrimos más paro, más temporalidad (la tasa de temporalidad entre las mujeres ronda el 24% frente al 19% de los hombres) y más parcialidad en el empleo (el 75% de los empleados sin jornada completa son mujeres, y el 93% de las y los trabajadores con jornada parcial por motivo de cuidado de personas dependientes son mujeres). Las desigualdades se acentúan a partir de la maternidad y de los cuidados. La desigualdad entre mujeres y hombres en el mundo laboral va mucho más allá del salario. La brecha de género está presente en prácticamente todos los ámbitos del empleo. De media, las mujeres participan menos en el mercado de trabajo y tienden a hacerlo con más frecuencia en puestos no directivos.
Con las políticas llevadas a cabo con el gobierno progresista, a pesar de las crisis internacionales, de los discursos apocalípticos de la derecha y del ruido machista, xenófobo y fascista de la Wehrmacht frente a Ferraz, por primera vez en 16 años, un año acaba por debajo de los tres millones de parados/as. El año 2023 cerró con una tasa de paro del 11,76%, es la cifra más baja desde 2007. El número de parados/as se reduce en 193.000 personas, dejando el total de desempleadas/os en los 2’8 millones. Y si volvemos a aplicar la perspectiva feminista, la diferencia entre lo que cobran los hombres y las mujeres se redujo en un 25% en los últimos cinco años.
Votar en contra de las medidas laborales y económicas en el Congreso y en el Senado no es votar contra Yolanda Díaz y Pedro Sánchez, es votar contra la clase trabajadora, contra el desarrollo social y sostenible de este país y sobre todo, es un voto sin perspectiva de género. Es normal que el señor Garamendi y sus aliados no tengan sensibilidad salarial ni perspectiva feminista, pero aquí estamos las locas del moño para recordarles que no todas heredamos un banco de papá, que el bienestar de las trabajadoras y de los trabajadores beneficia a la gente del Barrio de Salamanca y también al que nace en Moratalaz, y que aunque la derecha lleve a condenados por violencia machista al Congreso, las feministas estamos al frente del gobierno en la actualidad, y por tanto, como hacemos en nuestras familias, en nuestros empleos y en nuestros barrios, vamos a ejercer la empatía y la sororidad y vamos a cuidar de todas y de todos sin dejar a nadie atrás.