Publicamos este reportaje de nuestro periódico Once Soles tras la noticia del fallecimiento de Manuel López Ayala, que nos ha dejado este viernes en el municipio que siempre amó, desde su nacimiento en 1943, Fuengirola. El Ayuntamiento de Fuengirola ha decretado tres días de luto por un Hijo Predilecto de la localidad que siempre representó y reivindicó a su tierra. Desde el siguiente párrafo, comienza el reportaje de Once Soles, periódico en papel que ya está disponible gratuito en la versión de invierno.
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En pleno corazón de Fuengirola — y no es casualidad—, nos recibió tras la puerta su hijo: mismo porte, misma profesión. Nos conduce hasta el despacho donde, con serenidad, espera Manuel López Ayala. A su alrededor, el espacio impone sin pretenderlo. Una habitación de madera oscura, de las que huelen a papel y conversación, con estanterías que apenas dejan un hueco libre entre códigos, novelas y volúmenes. En el centro, una superficie digna de mesa redonda, de esas que invitan tanto al debate como a la confidencia.
Manuel nos recibió con elegancia. Traje impecable, aunque sin corbata, como quien se sabe en su casa y al mismo tiempo en su terreno. Sobre la mesa, un ejemplar de “Curiosidades históricas de Fuengirola y Mijas”, de lomo negro y gran grosor. “Para vosotros”, dijo con una sonrisa. Un libro tan bien escrito como su propia historia: minuciosa, honesta y profundamente ligada a su tierra.
El nombre de Manuel López Ayala suena con respeto en los juzgados, en los salones de plenos y en las calles de Fuengirola. Y es que, desde hace casi seis décadas, su vida ha estado entrelazada con la de su ciudad. La ha defendido, la ha representado y, sobre todo, la ha querido.
Y es por ello por lo que el Palacio de la Paz ha sido escenario de un acto cargado de emoción. Allí, López Ayala recibió el título de Hijo Predilecto de Fuengirola, el máximo reconocimiento que el municipio puede otorgar a uno de los suyos. La alcaldesa, Ana Mula, le entregó la medalla y el pergamino oficial, destacando su papel como “embajador de Fuengirola, testigo, cronista y actor fundamental de su transformación en la ciudad moderna que hoy conocemos”.
“Me llena de emoción y alegría ser Hijo Predilecto”, nos confesaba en la visita. “Soy de una familia de aquí de toda la vida, y ejercer la abogacía tantos años me ha hecho muy conocido. He sembrado amigos, conocidos y el cariño de la gente”.
El abogado que abrió camino
Nacido en Fuengirola en 1943, López Ayala perteneció a una generación que vio cómo el pequeño pueblo de pescadores se convertía en una ciudad vibrante y cosmopolita. En 1966, con apenas 23 años, empezó su andadura entre juzgados. Aquel joven letrado se convertiría con el tiempo en el abogado más veterano de Fuengirola y, su bufete, en una auténtica escuela de Derecho y de humanidad.
Por su despacho pasaron más de cincuenta abogados que iniciaron allí su trayectoria, muchos de los cuales siguen recordando su ejemplo de rigor y cercanía.
Su prestigio profesional traspasó pronto las fronteras locales. Fue el primer abogado de Fuengirola en formar parte de la Junta de Gobierno del Colegio de Abogados de Málaga, institución que años después le otorgó su Medalla de Honor.
A lo largo de su carrera, ha defendido a cientos de vecinos y empresas, siempre con un estilo propio: cordial, firme y humano. “He vivido muchas anécdotas, algunas muy graciosas, pero lo importante es que siempre he sentido el cariño de la gente”, dijo con su modestia.
Vocación pública
El compromiso de López Ayala con Fuengirola no se limitó a su despacho. Durante los años de la transición democrática dio el salto a la política, convencido de que podía aportar su experiencia al servicio común.
Fue primer teniente de alcalde por la UCD, contribuyendo a poner las bases del desarrollo urbano y social de la nueva etapa democrática, y más tarde vicepresidente de la Diputación Provincial de Málaga, desde donde trabajó en favor de los municipios de la Costa del Sol.
Su labor se extendió también al deporte, al presidir el Club Deportivo Fuengirola, y al mundo del caballo, al que dedicó tiempo y pasión. Su participación en asociaciones culturales, cofradías y entidades vecinales fue también parte de ese mapa vital que lo define.
El reconocimiento de todos
El título de Hijo Predilecto de Fuengirola constituye el máximo honor que el Ayuntamiento puede otorgar a un ciudadano nacido o estrechamente vinculado con la localidad. Su concesión se rige por un procedimiento formal recogido en el Reglamento de Honores y Distinciones del municipio. Para ello, se valora la trayectoria personal y profesional del candidato, su contribución al desarrollo social, cultural o económico de la ciudad, así como los valores humanos y cívicos que haya representado a lo largo de su vida. La propuesta debe contar con el respaldo del Pleno Municipal y requiere la unanimidad o una mayoría cualificada de los concejales, además de un expediente en el que se recogen firmas, adhesiones y méritos contrastados. No se trata, por tanto, de un título honorífico más, sino del reconocimiento institucional más alto que puede recibir un fuengiroleño.
Y así ha sido. La idea de nombrarlo Hijo Predilecto surgió del Pleno Municipal, que aprobó por unanimidad la propuesta el pasado marzo. En el expediente se reunieron más de 1.400 firmas de apoyo y adhesiones de colectivos culturales, deportivos, educativos, sociales, además del Colegio de Abogados de Málaga y numerosos despachos profesionales.
Esa unanimidad no es un gesto administrativo: es el reflejo de una vida que ha sabido conciliar a todos. “Me alegra especialmente que el reconocimiento haya contado con el voto favorable de todos los grupos políticos”, señala emocionado.
Durante el debate plenario, el portavoz del equipo de Gobierno, Rodrigo Romero, subrayó la huella que Manuel López Ayala ha dejado en la sociedad fuengiroleña, una huella que trasciende profesiones y décadas. Recordó su contribución en ámbitos tan diversos como la abogacía, el deporte, la cultura, la política o la historia local. “Tus más de cincuenta años de ejercicio profesional, tus múltiples responsabilidades públicas, tu compromiso con la formación de nuevos profesionales, tu amor por la historia local y, sobre todo, tu permanente disponibilidad para ayudar a quien lo necesitaba conforma un legado excepcional que nos honra a todos como ciudad”, expresó Romero.
Durante el acto en el Palacio de la Paz, la abogada María Jesús Martínez del Campo, primera mujer licenciada en Derecho de la ciudad, fue la encargada de glosar la figura del homenajeado. “Manuel ha sido para muchos un maestro, y para todos, un ejemplo”, destacó ante un auditorio en pie.
Con este nombramiento, López Ayala se une a la lista de hijos predilectos de la historia de Fuengirola: el sacerdote Manuel Gámez, el científico Valeriano Claros y el edil Pedro Cuevas. Una nómina breve, pero elocuente.

Raíces firmes
Hablar con Manuel López Ayala era como abrir un libro de la memoria colectiva de Fuengirola. En sus recuerdos conviven los olores de la feria antigua, las reuniones en los primeros despachos del pueblo, los paseos por un paseo marítimo aún sin baldosas, los nombres de amigos y colegas que ya no están.
Pese a los años y los logros, conservaba una energía contagiosa. Aún visitaba su despacho con frecuencia, recibió a antiguos clientes convertidos ya en amigos y mantuvo vivo el interés por la actualidad local.
A menudo, las ciudades se reflejan en quienes las representan mejor. En el caso de Fuengirola, ese reflejo lleva el nombre de Manuel López Ayala. Su trayectoria profesional y humana encarnaba los valores que han definido a la ciudad: trabajo, cercanía, respeto y orgullo de pertenencia.
El propio López Ayala lo sabía y lo agradecía sin aspavientos: “No hay mayor satisfacción que sentir el cariño de tu gente. Ese es el mejor premio que uno puede recibir”.
Mientras las luces del Palacio de la Paz se apagaban y los aplausos llenaban la sala, su figura —serena, sonriente— parecía resumir medio siglo de historia local. La de un hombre que hizo de su profesión un servicio y de su ciudad, su causa.










