Son pocos los que, al oír Marbella, tienen que buscarla en el mapa. Es una de las grandes ‘joyas’ de la Costa del Sol. Pero su fama no solo se debe a sus playas, sus espectaculares montañas o su exquisita oferta gastronómica, sino también a uno de sus tesoros mejor guardados: su patrimonio histórico, arqueológico e industrial.
Mucho antes de convertirse en un destino turístico referente, Marbella ya era una ciudad elegida. Fue tierra minera, después agrícola, y luego, turística. Sin embargo, pocos conocen el legado que las diferentes civilizaciones que pasaron dejaron en ella. En el pasado, existieron muchas Marbellas: la romana, la medieval, la de Abderramán III… pero todas ellas siguen formando parte de la marca líder en el mercado turístico en Europa. Una ciudad diversa y vanguardista que ha sabido apostar por un rico patrimonio que, sin lugar a dudas, merece la pena conocer.
Los primeros indicios se remontan a los restos hallados del Paleolítico y Neolítico en las laderas de Sierra Blanca. Al parecer, esta tierra fue hogar de asentamientos humanos miles de años antes de Cristo. Los descubrimientos más recientes apuntan a que los pueblos orientales (fenicios y púnicos) se establecieron por la zona de Río Real. Y aunque, en época romana, estaba rodeada de lugares de gran relevancia como Suel (Fuengirola) y la Bahía de Algeciras, la ciudad conserva en la actualidad monumentos y restos que testifican la huella romana.
Las Termas de las Bóvedas, “únicas en España”
José María Martínez Oppelt, ingeniero de la Sociedad Colonia de San Pedro Alcántara, realizó excavaciones arqueológicas en diversos terrenos de la Sociedad durante los años 1915 y 1916, tarea que continuó el arqueólogo José Pérez de Barradas, quien en 1930 escribió por primera vez sobre Las Bóvedas.
Esta edificación romana fue considerada depósito de agua para suministro de la villa romana de Cilniana (que abarcaba desde Cádiz hasta Almería), tanto para consumo humano como para la industria de la salazón. Pese a no haber evidencias científicas exactas de ello, “hay claros indicios que el topónimo Cilniana se puede vincular con la actual Marbella”, explica Bartolomé Mora Serrano, catedrático de Arqueología en la Universidad de Málaga, en una entrevista a ONCESOLES.
Este edificio termal del siglo III es uno de los más singulares entre los que se conservan de la época: “Desde el punto de vista arquitectónico, monumental y, sobre todo, atendiendo a su conservación, no hay ningún paralelo de estas Bóvedas ni en Málaga ni en gran parte de España”, asegura el experto.
Este espectacular yacimiento tiene entrada libre sin cita previa y, en caso de visitas guiadas, sábados, domingos y festivos desde las 9:00 horas hasta las 11:00 horas. En ellas se encuentran una serie de piletas que se utilizaban para la salazón de pescados y salsas derivadas y una torre vigía ya de cronología posterior.
Construidas con argamasa de cal y refuerzos de ladrillo, se revestían con placas de mármol en algunos sectores. En un primer vistazo, se puede observar como la construcción conserva la cubierta del edificio, algo inusual en este tipo de estructuras, ya que no era común construir termas con techos abovedados.
El arqueólogo Mora, junto a compañeros de la Universidad de Málaga y la Universidad de Sevilla, comenzó a realizar a partir de los años 80, estudios en torno a la conservación de este monumento. “La solidez de esa estructura de los muros, el ladrillo y las distintas formas de construcción que se utilizaron es de una solidez extraordinaria. El milagro es que no se haya hundido”, asegura.
En este sentido, destaca la excepcionalidad de este monumento histórico de Marbella: “En otros sitios hay restos de termas, sí, pero esta bóveda tan grande y monumental, que ya veían los viajeros españoles y extranjeros, era un hito para quienes pasaban por allí. Hoy en día, se disimula por las construcciones modernas. Todo el mundo sabía que era antigua y luego supieron que era romana”, explica.
Catalogadas como Bien de Interés Cultural (BIC) en el año 2007, su importancia histórica y patrimonial han conllevado a la apuesta por preservarlas: “En los últimos años se ha avanzado mucho en la conservación, aunque hay que seguir apostando por ello”, subraya. “No solo por parte de los arqueólogos y científicos, también historiadores e interesados en la cultura de Marbella han ayudado a mantener vivo este monumento”.
El Castillo de Marbella: Alcazaba y Muralla
Se trata del más importante vestigio de la civilización musulmana que se conserva en el Casco Histórico de Marbella. Sin negar la posibilidad de una construcción previa en la época romana -según indica Mora- su fábrica medieval se remonta a la época califal de Abderramán III, en el marco de la rebelión de Ibn Hafsun.
“En el entorno donde está ubicado el Castillo, en el centro de la ciudad, pueden verse indicios de la época fenicia-púnica y también de la romana. Marbella fue una zona de asentamientos más modestos, pero su ubicación la hacía ser un punto estratégico”, explica Mora.
Así, el paso de la historia se contempla en su construcción, hecha con una mezcla de materiales y métodos. Pueden observarse capiteles romanos empotrados en una de las torres, así como otros materiales como sillares de la obra califal y piezas romanas en el alzado de torres reformadas.
Otros estudios encuentran restos constructivos como nódulos de mortero, opus signinum, estucos, ladrillos y tégulas, junto a escasos fragmentos cerámicos de periodos orientalizantes.
Plan Director en su última fase: hacer visitables las murallas y un centro de interpretación
En el año 2007, el Castillo se encontraba en una situación muy diferente a la actual. Se estaba deteriorando y Marbella podría perder uno de sus mejores monumentos. En ese mismo año, desde el Ayuntamiento se iniciaba un Plan Director que serviría de guía para la recuperación del Castillo. El documento fue aprobado por la Junta de Andalucía en el año 2011, contaba con tres fases.
Un proyecto que ya está en su última etapa. Una vez realizadas investigaciones, las excavaciones arqueológicas, actuaciones de georradar, estudios de paramentos y topografía, entre otros. “Todas estas acciones fueron necesarias para llegar al proyecto de rehabilitación y consolidación de las murallas que terminó el año pasado”, asegura la directora general de Cultura, Educación y Patrimonio del Ayuntamiento de Marbella, Carmen Díaz.
Así, según avanza a ONCESOLES, el plan director encara ya su última fase, prevista para encargarse en este 2025, “hacer visitables las murallas y construir un centro de interpretación”. Tras grandes hallazgos que ratifican la huella romana en el castillo, “es necesario construir un centro de interpretación para una buena divulgación de la historia de Marbella que contiene realmente el Castillo”, afirma Díaz. El plan continuará, a su vez, realizando labores de investigación y excavaciones arqueológicas con el fin de “continuar profundizando en la historia del castillo”.
Villa romana de Río Verde: un tesoro del siglo II d.C.
En las primeras excavaciones de la década de 1960, salió a la luz uno de los tesoros arqueológicos más impresionantes de Marbella: los restos de la villa romana de Río Verde, que datan del siglo II d.C. No solo destaca su arquitectura, sino también la calidad y la originalidad de los mosaicos que decoran su suelo, considerados entre los más valiosos de la época.
La zona descubierta incluye un atrium rodeado de pasillos porticados con bases de columnas aún visibles. Los mosaicos, cuidadosamente elaborados, retratan desde objetos culinarios hasta símbolos marinos como anclas, delfines y timones, denotando la prosperidad y creencias de sus habitantes. Entre estas piezas, sobresale una representación de la cabeza de Medusa, una obra polícroma de extraordinaria maestría que subraya la riqueza artística y cultural de este histórico lugar.
El auge de Marbella como puerto comercial: la transformación durante los siglos XVI- XVIII
La influencia de las élites locales y el control de recursos claves como el comercio y las tierras municipales llevaron a la ciudad a un crecimiento histórico y urbanístico durante los siglos XVI y XVIII.
Las uvas pasas, el vino y el azúcar se convertían en el siglo XVI en el principal motor económico de Marbella. Según explican los escritos del archivo municipal, el comercio de uvas pasas con destino a la exportación se canalizaba a través de ciudades como Málaga, Vélez Málaga y también Marbella. Los productores, en su mayoría moriscos, llegaban a estas ciudades para vender sus cosechas, las cuales serían adquiridas por comerciantes locales que luego las revenderían a los grandes mercaderes que controlaban el negocio de la exportación.
De esta época, Marbella conserva uno de los edificios de mayor relevancia de su patrimonio industrial: el Trapiche del Prado.
“Un testimonio único de una gran industria que no se da en muchos lugares”
El arqueólogo Mora incide en la importancia de este lugar, “un testimonio único de una gran industria que no se da en muchos lugares”. Marbella, que presumía de un clima subtropical de Andalucía, se convertía así en una zona del cultivo y la elaboración del azúcar a través de la caña.
El complejo fue levantado en el año 1644 por dos socios de origen flamenco, Matheo Marco y Bertó y Gaspar Pompes. Pasó por muchas manos durante los primeros 30 años de existencia. En la década de los 70 del siglo XVII ya se encontraba, en parte, arruinado. En 1688 es incautado por la Santa Inquisición para utilizarlo en arrendamiento.
No es hasta el año 1800 cuando vuelve a resurgir el por obra de Enrique Grivegnée que lo adquiere en completa ruina.
Enrique renueva completamente toda la maquinaria añadiendo nuevas tecnologías como un piñón de hierro sobre el cilindro central del molino y el uso de los hornos de reverbero. Alrededor de 1832 la actividad del trapiche es prácticamente nula en el sector azucarero y comienza a centrarse en la fabricación de vino, aguardiente y licores.
“Marbella se convirtió en un lugar líder en la industria de caña de azúcar en su entorno, destacando mucho más que las zonas de sus alrededores, Fuengirola o Estepona”, destaca el arqueólogo.
De las ruinas a convertirse en un futuro centro de interpretación
Lejos de abandonar uno de los lugares de mayor relevancia en la ciudad, hace dos años, el Ayuntamiento de Marbella dio a conocer el proyecto de renovación que transformaría el Trapiche en un centro de interpretación y divulgación. El proyecto, que incluye además la construcción de la primera residencia de mayores pública de Marbella, acababa de retomarse tras muchos años de espera y múltiples inconvenientes como el quiebre de la anterior empresa adjudicataria de las obras en 2010.
Para ello, se contó con un presupuesto total de 10 millones de euros repartidos entre la residencia de mayores (6 millones) y el futuro centro de interpretación y divulgación del Trapiche del Prado (4 millones cofinanciados con el Fondo Europeo de Desarrollo Regional). El terreno, de 4 mil metros cuadrados fue donado generosamente a la ciudad por uno de sus vecinos, Mateo Álvarez.
No obstante, según destaca el arqueólogo Mora, rehabilitar un edificio de esta magnitud no se trata de algo sencillo: “La magnitud del Trapiche hace que su rehabilitación requiera una altísima inversión económica. Conservarlo para que no se venga abajo ya implica un importante coste, la consolidación es esencial. Pero, una vez consolidado, hablar de rehabilitación es un desafío enorme”. Eso sí, según indica el arqueólogo, “es mejor tomar el tiempo que se necesite y hacerlo bien, para poder preservar un legado tan singular”, explica.
Podrían dedicarse hojas y hojas para profundizar sobre el pasado y la historia de Marbella. Lo que es evidente es que la ciudad tiene un lugar señalado en el mapa del patrimonio histórico arqueológico y también en el industrial. “Su centro histórico, además de ser bonito y estar bien conservado en comparación con otros, cuenta con monumentos como el castillo que insinúan un pasado anterior a la época islámica. Yacimientos como las termas de Las Bóvedas y la villa romana de Río Verde siempre aparecen en las referencias de los estudios de la zona, especialmente el famoso mosaico. La ciudad tiene mucho que preservar”, concluye el catedrático.