Álvaro Tapia, vendedor de la ONCE en Arroyo de la Miel, superó un fallo multiorgánico y un coma de dos semanas. Hoy camina, entrena cada día y reparte ilusión tras volver a la vida con esfuerzo, coraje y una actitud inquebrantable.
Una mañana cualquiera, Álvaro Tapia se levantó con un extraño dolor en la vejiga. Lo que parecía una molestia pasajera fue el principio de un calvario médico que lo dejaría al borde de la muerte. En cuestión de horas, su cuerpo empezó a fallar: las piernas, el habla, la consciencia. Visitas infructuosas al médico, diagnósticos erróneos y una ambulancia sin UCI marcaron una cuenta atrás silenciosa. El fallo multiorgánico llegó sin aviso claro: páncreas, hígado, intestinos… hasta el cerebro. Todo su sistema colapsó.
“Para mi pareja, verme así, ha sido traumático»,confiesa. Fue inducido al coma, pero, contra todo pronóstico, en algo menos de dos semanas abrió los ojos. Apenas podía mover el cuello, ni hablar ni entender palabras. Tampoco reconoció a nadie, solo con el paso de los días fue identificando rostros. El primero fue Chema y después, su madre.
Desde esa cama en el Hospital Clínico de Málaga, Álvaro inició una batalla tan física como mental. Su experiencia como preparador físico y entrenador deportivo le permitió aplicar su propio conocimiento a la recuperación. Empezó pidiendo una Nintendo para estimular el cerebro, luego unas pesas, unas gomas elásticas… y, más tarde, ejercicios respiratorios y propioceptivos.
La recuperación fue lenta, durísima y plagada de obstáculos. Pasó de mover solo el cuello a recuperar una mano. De ahí, al Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo, donde pasó siete meses que marcaron su vida.
“Me mandaron para aprender a vivir en una silla de ruedas, no para levantarme de ella» afirma. Su diagnóstico, encefalomielitis aguda diseminada, era devastador. Un 1,8% de adultos lo desarrolla, a veces como una reacción tras una vacuna. En su caso, “posiblemente por la del COVID”, aunque nadie lo confirmó oficialmente.
Casi un año tardó en volver a andar, aunque con andador, y hoy, después de dos años y medio, puede hacerlo así sin dificultad. Actualmente Álvaro Tapia es vendedor de la ONCE en Arroyo de la Miel, Málaga. Atrás ha quedado su vocación, pero no su pasión por ayudar. Lo hace desde su puesto de venta de cupones, escuchando a quienes, como él, necesitan hablar. “Muchas persona te cuentan sus historias, sus penas. Necesitan ser escuchados, y yo estoy ahí”.
Entrena a diario y «más de dos horas», confirma. Alvaro es un ejemplo de cómo la mente puede imponerse al cuerpo, y de cómo el amor —por los demás, por la vida, por uno mismo— puede mantener encendida la chispa incluso cuando todo parece perdido.