Blas Infante Pérez de Vargas fue fusilado un día como hoy, el 10 de agosto de 1936, a las afueras de Sevilla, apenas tres semanas después del golpe de Estado militar que dio origen a la Guerra Civil Española.
Tenía 51 años y acababa de ser detenido en su casa de Coria del Río por su implicación en el andalucismo. Su ejecución no fue fruto del azar: Infante era, a ojos del nuevo régimen franquista, un símbolo incómodo de autonomía, pensamiento libre y resistencia cultural. Tanto fue así, que ocho décadas después Andalucía sigue rindiéndole homenaje como figura imprescindible en la construcción de su identidad.
Casareño, notario de profesión, pensador, ensayista, político y músico aficionado, Infante dedicó su vida a la defensa de Andalucía como una comunidad con historia, cultura y derechos propios. Su ideario, expresado en obras como Ideal andaluz (1915), apostaba por la regeneración social, la justicia agraria y el reconocimiento de Andalucía como parte activa en el proyecto de España. Fue pionero en defender un modelo de autogobierno para la región y se convirtió en el principal referente del andalucismo histórico. En 1933 presidió la Asamblea Regional Andaluza en Sevilla, un antecedente del actual Estatuto de Autonomía.
El franquismo trató de borrar su figura durante décadas, pero sus ideas y su legado resurgieron con fuerza durante la Transición. En 1983, el Parlamento de Andalucía lo reconoció oficialmente como Padre de la Patria Andaluza, y su pensamiento ha quedado reflejado en símbolos como el escudo, el himno y la bandera de Andalucía.
A día de hoy, su figura sigue viva en calles, plazas, centros educativos y actos conmemorativos, como el reciente 7 de julio, donde el Parlamento de Andalucía se desplazó hasta Casares para celebrar el 140 aniversario de su nacimiento.
89 años después, Infante sigue representando el compromiso de una Andalucía libre, solidaria y con voz propia.