
Los pasillos de una juguetería conservan algo de territorio sagrado. Entre estanterías repletas de colores, cajas y melodías, conviven la nostalgia del adulto y la expectativa intacta del niño. Caminar por ellos es regresar, aunque sea fugazmente, a un tiempo donde no teníamos ni prisas ni pantallas. En ese paisaje de ilusión persistente se mantiene Centro Juguete, un comercio con 45 años de historia en el corazón de Torremolinos, bajo la gerencia de Carlos Crespi.
Crespi habla con la calma de quien conoce los entresijos de un oficio invisible para la mayoría. La Navidad —explica— no empieza en diciembre, sino muchos meses antes. “Los pedidos hay que hacerlos con al menos nueve meses de antelación”, señala, porque la producción depende en gran medida de fábricas situadas fuera de España y de Europa. La mayoría de los juguetes llegan desde Asia, “desde Oriente”, matiza con una sonrisa, no sin dejar caer el chascarrillo inevitable: “Al fin y al cabo, los Reyes Magos también vienen de Oriente”. Esa dependencia logística provoca que, cuando un producto se agota, no sea solo en una tienda: suele faltar en todas.
Este año, sin embargo, presenta una peculiaridad que juega a favor del pequeño comercio: no existe un juguete de moda que lo monopolice todo. Se venden personajes recurrentes —Stitch vuelve a estar muy presente, como se mantiene Peppa Pig—, pero sin el fenómeno arrollador que vacíe estanterías en cuestión de días. Esa diversificación permite a las jugueterías respirar con algo más de margen y ofrecer una variedad que mantiene vivo el ritual de elegir, comparar y dejarse aconsejar.
La conversación deriva inevitablemente hacia la competencia más dura: la tecnología. Crespi no demoniza los dispositivos electrónicos; reconoce que existen tablets educativas que enseñan a leer o escribir y que, de hecho, se venden en su propia tienda. Pero establece una línea clara: “Poner un móvil en manos de un niño no es nada beneficioso”. Frente a la pantalla individual, defiende el valor del juguete físico, del juego compartido, del objeto que se toca, se rompe, se repara y se recuerda.
El diagnóstico final, sin embargo, es tan honesto como preocupante. “Las tiendas físicas van a desaparecer; lo dije hace diez años y nadie me hizo caso, estoy convencido”. Internet es el principal competidor y la lucha es desigual. En Centro Juguete han sabido adaptarse: realizan pedidos online y venden a través de distintas plataformas digitales. Aun así, el camino sigue siendo arduo. “Llevamos 45 años repartiendo ilusión, así que algo estaremos haciendo bien”, reflexiona Crespi.











