
“No es zambombá, es zambomba. Así se llama el instrumento y así nos llamamos”, recalca Alejandro Estrada con una sonrisa que detala a quien ha explicado esta confusión demasiadas veces. Director de la compañía y cantaor flamenco, lleva casi dos décadas empeñado en recordar al público que detrás del espectáculo navideño hay una raíz mucho más antigua, más íntima y más nuestra.
Desde 2007, su grupo —formado por entre 15 y 16 artistas, hombres y mujeres, con zambomba, cajones, guitarras y mucho arte— se dedica a honrar aquella escena primitiva que dio origen a todo: un patio, vecinos reunidos en torno al fuego y un instrumento que no se compraba, sino que se construía allí mismo. “De ese momento surge el nombre: zambomba. Era un momento de reunión», explica.
Para Estrada, el villancico es identidad. Tradición. Herencia. Pero, sobre todo, es un género que cambia de piel cuando pasa por gargantas flamencas. “Los villancicos tienen su su identidad», afirma. Ese proceso, casi alquímico, es lo que convierte una melodía sencilla en un pellizco. En emoción pura. “Puede gustarme mucho María Carey —bromea—, pero como un villancico flamenco en la voz de El Sordera o Fosforito… eso es lo que me eriza la piel”.
“Un villancico que viene de nuestra tierra, cantado por el flamenco, se ‘aflamenca’ y consigue ese vínculo con nosotros”. afirma el director. La compañía llega a estas navidades con una agenda repleta de actuaciones donde la tradición vuelve a respirar. El público lo disfruta. “A la gente le encanta reunirse, bailar, cantar”, dice Estrada. El alumbrado de Teatinos, Alhaurín De la Torre, Cártama, Villanueva del Rosario… Hasta el 3 de enero les queda un mes frenético pero muy emocionante, donde llevarán a todos los públicos esos villancicos tradicionales que siguen triunfando entre todos los públicos.













