Torremolinos se despide de uno de sus comercios más emblemáticos: la pastelería Castillo, que baja definitivamente la persiana tras más de 45 años de actividad. Fundada en 1978 por Paco, este negocio familiar se convirtió en parada obligada para vecinos de la localidad y visitantes de toda la Costa del Sol. Su especialidad: tartas de queso, milhojas de todo tipo y su popular «boutique del pan», productos que conquistaron a generaciones enteras.
Aunque ya con la cortina echada, aún quedaban pedidos por entregar. “Estaba terminando un encargo para un restaurante”, nos contaba Paco entre hornos y bandejas. Acompañado por sus hijos Carmen y Juan Ramón —quienes se sumaron al negocio nada más terminar el colegio y han trabajado junto a él desde los 16 años—, recuerda con emoción los comienzos: “Mi padre me firmaba los contratos”, bromea Carmen. Paco, por su parte, ya tenía una sólida trayectoria en repostería antes de montar su propio negocio, con inicios en el histórico Hotel Pez Espada.
El motivo del cierre, según explica la familia, responde a una combinación de circunstancias: varios empleados se marcharon en los últimos años, lo que obligó a cerrar la terraza del local, y con solo el obrador no era viable mantener la actividad. Además, también ha llegado el momento de que Paco de jubile. Así, el espacio tendrá una segunda vida, con nuevos proyectos que ocuparán el local próximamente.
«Estamos muy agradecidos por todos estos años, lo hemos hecho lo mejor posible» afirman los hijos de Paco. El cierre de Castillo marca el final de una era para Torremolinos, pero también deja el sabor imborrable de una historia de esfuerzo, familia y tradición.