Mario y Amor no solo comparten la vida; también, comparten un sueño: ser maestros de vocación, y vivir su día a día entre niños. Por ello, han dedicado el último año de sus vidas a prepararse para uno de los retos más exigentes –pero también más vocacionales– del ámbito público: las oposiciones al Cuerpo de Maestros en Andalucía. Ambos son docentes –ella, con mención en Inglés; él, en Educación Física–, y este sábado 21 de junio se enfrentan al primer examen de un proceso que puede abrirles las puertas definitivas a esas aulas que tanto anhelan.
Son 25 temas y miles de aspirantes. La competencia es feroz y las notas, altísimas. Aun así, Mario y Amor no dudan: tarde o temprano, una plaza llevará su nombre. Reconocen que la oposición no es solo una prueba de conocimientos, sino una carrera de fondo en la que el mayor desafío ha sido compaginar el estudio con sus trabajos actuales y con la vida social. “El tiempo libre se convierte en tiempo de estudio”, explican, “lo más duro no es el temario, es llegar del trabajo y no parar”. Subrayan que detrás del esfuerzo no hay una simple búsqueda de estabilidad laboral, sino el deseo sincero de disfrutar del aula y volcarse en su profesión.
Ambos han seguido el ritmo marcado por sus academias, con una estrategia clara basada en la constancia y la organización. Amor hace especial hincapié en la parte práctica del proceso selectivo, que considera “clave” para destacar entre tantos aspirantes: “Es muy, muy importante y puede marcar la diferencia”, afirma. Mario, por su parte, insiste en la importancia de un repaso efectivo y de calidad. “No es tanto estudiarte un tema, como repasarlo una y otra vez. Que no se olvide nada”.
A unos días del examen, Mario y Amor encaran el desafío con nervios, sí, pero también con la ilusión intacta. “Queremos dedicarnos a esto toda la vida”, coinciden. En un sistema que necesita cada vez más docentes comprometidos, su historia es ejemplo de entrega, de trabajo en equipo y de cómo el amor por la enseñanza —y entre ellos— puede convertirse en motor para alcanzar lo que muchos llaman utopía, y ellos prefieren llamar futuro.